Pasado, presente y futuro de la comida sobre ruedas

Blogs, televisiones, revistas, radios, prensa escrita… todo el mundo habla de los food trucks. Disfrutarlos es ya más difícil, al menos en nuestro país. Aprovechando las fiestas de la Mercè se ha celebrado en Barcelona el Van Van Market. 22 furgonetas, juntas pero no revueltas, sirviendo comida de todo tipo en el Parc de la Ciutadella. Croquetas, butifarras, crêpes, pescadito frito, cocina peruana, mejicana, bocadillos, café, pasteles… y una de las opciones para mí más interesantes: la «Roof Top Smoke House», con dos propuestas ahumadas: caballa y cerdo. Ninguno de los dos, ni la caballa ni el cerdo, vienen ahumados de casa, así que el espectáculo consiste en observar el proceso allí mismo gracias a una bota de vino del Priorat donde quema madera de manzano y peral.

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“Roof Top Smoke House”

Sea como sea, con platos más elaborados que otros, cocina de aquí o de otros continentes, es bien cierto que últimamente hay mucho interés en descubrir cómo funciona eso de servir comida desde una furgoneta y, para los que esperamos turno, en probar la experiencia de estas comidas informales y divertidas a las que no estamos acostumbrados.

Que estemos con los ojos tan abiertos, a diferencia de ciudades como Nueva York, San Francisco o Londres donde legiones de seguidores siguen la pista a su food truck favorito, se explica por dos razones.

En primer lugar, la legislación prohíbe la venta ambulante con el argumento de evitar la competencia a los bares y terrazas. Sí se dan permisos para vender comida en la calle, pero estas licencias están limitadas a fiestas, festivales o ferias. Cada ciudad tiene su propia regulación, para complicar aún más la cosa.¿Qué pasa entonces con los vendedores de churros, por ejemplo? ¿Es ilegal lo que hacen? No, son los únicos que se salvan, por tradición.

En segundo lugar, comer en la calle, de pie o sentados y con poco tiempo no está demasiado integrado en nuestro ADN gastronómico, si hablamos, claro, de las costumbres del día a día. En otras palabras, no ha surgido la necesidad de plantear una solución legal a los food trucks porque no ha habido la demanda para hacerlo.

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Van Van Market. Parc de la Ciutadella

Bien es cierto que las costumbres están para romperlas, y quien no nos dice que si plantamos un camión vendiendo tortilla de patatas, ensaladas y albóndigas en Paseo de Gracia aparezcan colas de gente saltándose el tradicional menú de dos platos y postre o el generalmente plato único de la fiambrera. Por ahora asociamos los food trucks a acontecimientos lúdico-festivos, como el Van Van Market, aunque, sinceramente, sería una gozada poder encontrar algunos de ellos en parques, paseos o calles… así, sin más.

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Dice John Dickie en su libro ¡Delizia! que «Italia posee numerosas tradiciones de comida callejera (…). Pero consumir estas delicias listas para llevar es una experiencia que debe saborearse, una experiencia que merece la pena acotar con normas. De ahí también que los italianos coman cosas como los panini y los tramezzini junto a un mostrador o sentados en un taburete al lado de la barra. (…) Los británicos -al menos a juicio de los italianos- son ajenos a ese refinamiento. (…) mastican bocadillos en el coche, devoran hamburguesas en trenes o autobuses y engullen kebabs o patatas mientras se tambalean de una taberna a otra».

Es cierto: los norteamericanos y los ingleses parece que puedan comer, citando a Dickie «cualquier cosa, en cualquier lugar y en cualquier momento».

Afortunadamente el boom de los camiones de comida está demostrando que lo que se cocina en su interior no es “cualquier cosa”. Es comida de verdad, sabrosa y de calidad. La prueba es que algunos chefs tienen su propio restaurante sobre ruedas: José Andrés en Estados Unidos, con «Pepe». Koldo Royo vende perritos calientes ‘gourmet’ desde su camión. Y en la ficción, el #Chef Carl Kasper.

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Secuencia de #Chef dirigida por Jon Favreau

Países como Méjico, Canadá, Dinamarca o Australia están viendo como el fenómeno llega también a sus calles. Y hasta en París, cuna del refinamiento en la mesa, se han hecho cambios en la legislación para dejar que los camiones-comida de estilo americano aparquen en el Boulevard Richard Lenoir, por ejemplo. En otros lugares, como Japón o Inglaterra ya hace años que conviven con ellos con toda normalidad.

Comer en la calle, sin embargo, tiene orígenes lejanos. Unos siglos atrás y, como no, en Estados Unidos. Era el 1866 después de la Guerra de Secesión Norteamericana, cuando Charles Goodnight, un ganadero de Tejas, tomo un carro antiguo del ejército norteamericano y construyó estantes y cajones en su interior, y puso cazuelas y cajas. Su idea era poder servir comida caliente durante los largos viajes que hacían los ganaderos para transportar el ganado hasta el oeste del país. Un viaje que, a falta de ferrocarril, duraba meses. Su invento se llamó Chuckwagon. En aquel entonces la comida consistía en frijoles secos, harina de maíz y café. Nada de productos frescos como fruta, verdura o huevos. Y la proteína animal ser servía seca, salada o ahumada.

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Chuckwagon, 1866

El 1890 era común ver en Nueva York carretas que servían cena a los trabajadores nocturnos. “The Owl” era uno de los que lideraba el mercado. Un siglo más tarde, en 1936, el sobrino de Oscar Mayer’s, el fabricante de salchichas más conocido del planeta tierra, inventó un hot dog gigante con ruedas y lo sacó a las calles neoyorquinas. A parte de servir salchichas calientes este invento ha servido durante años para hacer publicidad en movimiento. Una campaña de marketing única.

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Oscar Mayer’s food truck, en el 1936

Después vinieron, ya en 1950, las cantinas móviles que alimentaban a los soldados americanos en las bases militares. También en los cincuenta, los primeros carritos de helados. Con los años y con tanta oferta, los americanos no pudieron remediarse darle un toque de competición al asunto e inventaron el 2004 “The Vendy Awards”, un festival para elegir los mejores chefs de calle en Nueva York, Filadelfia, Los Ángeles y Chicago. En octubre del 2010 la prestigiosa guía Zagat anunció que en 2011 empezarían a hacer también críticas de food trucks.

Veremos pues que pasa aquí, si la comida sobre ruedas será una moda pasajera con toques de “hipsterismo” o si podremos integrar con naturalidad nuestras calles con la comida en movimiento. De hecho, la comida y la calle siempre se han entendido muy bien. Hit the road Jack!

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